Hablamos con Anaïs sobre la economía colaborativa

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  • ¿Cómo podemos definir  la Economía Colaborativa?

La economía colaborativa intenta definir la interacción que se da entre dos personas o más que tienen un interés común o complementario que puede satisfacerse entre ellas directamente, sin intermediarios. Es decir, es la transacción entre dos o más personas de bienes o servicios de manera directa.
La vertiente innovadora de este tipo de consumo, es que parte de reinventar el consumo y lo que entendemos por él; es decir de cómo las personas como consumidoras entendemos que podemos compartir, alquilar, intercambiar o comerciar bienes y servicios.
Es una tendencia que cambia las reglas del juego por completo, porque las propias personas consumidoras, ejercemos de proveedoras, creadoras, vendedoras… Y, además, en ocasiones, la transacción ni siquiera tiene un componente económico; sino que se debe al trueque. La economía colaborativa es, por lo tanto, mirar con nuevos ojos la economía y el mercado tradicionales, que no están resultando tan sostenibles como se pretendía, y buscar alternativas para mejorarlos. Y la clave para implementar estas alternativas, se encuentra en las personas y su poder como consumidoras.

  • ¿Por qué es un tema importante para la economía?

Porque parte de hechos aislados de consumo colaborativo, pero en los últimos cuatro años se han sumado tantas personas en ámbitos tan diversos que se están generando auténticos nichos de mercado.
Además, es una tendencia de consumo que se ve impulsada por los rasgos propios de las nuevas generaciones como los famosos Millenials, que poseen una especial sensibilidad hacia el crecimiento sostenible y son nativos en la utilización de la tecnología, hechos que aceleran especialmente el éxito de las propuestas, nuevas empresas o nuevos proyectos que se enmarcan dentro de la economía colaborativa.
Los números hablan por sí mismos. Un estudio de PWC reciente asegura que la economía colaborativa genera actualmente unos 26.000 millones de dólares y puede llegar a los 335.000 millones a nivel global en 2025. La economía colaborativa está generando una auténtica revolución económica.

  • ¿Cómo nos afecta como consumidores y como ciudadanos?

Como personas consumidoras, realmente este nuevo concepto nos pone en el centro del desarrollo económico. Esta vez con un mayor protagonismo. Podemos pasar de ser meros espectadores el crecimiento económico como lo hemos sido  hasta ahora, a ser auténticos prescriptores del mismo. ¿Hacia dónde queremos ir? ¿De qué manera queremos crecer? ¿Queremos apostar por un desarrollo sostenible o seguimos apoyando el hiperconsumismo?
Se abren ante nosotros cada día no solo más oportunidades de consumir en la economía colaborativa. Podemos irnos de vacaciones mediante AirBNB, viajar con BlaBlaCar, invertir en proyectos de desarrollo sostenible mediante crowdfunding, o apoyar el consumo local utilizando monedas virtuales locales. Se trata de opciones, de empresas en su mayoría, que nos ofrecen bienes o servicios desde esta perspectiva colaborativa.
Pero podríamos ir más allá también y ser parte del aparato productivo en este paradigma. No solo podríamos compartir el coche, sino que podríamos compartir nuestro coche. Podríamos compartir nuestra ropa, o nuestras propias creaciones en plataformas como Etsy.
No quiero dejar pasar que el desarrollo del ámbito económico está yendo muy por delante del desarrollo del marco legal. Y que, en este paradigma donde se está generando retorno económico, los mercados tradicionales están reaccionando a la defensiva y se están generando fricciones. Se necesita tiempo para que los engranajes entre ambos conceptos económicos fluyan bien. Pero, sobretodo, un cambio de mentalidad en relación a lo que entendemos por “hacer negocio” o “desarrollo económico”. La economía colaborativa se basa en pilares como confianza y sostenibilidad económica; quizás, podríamos hablar, incluso, de un capitalismo con valores o una economía humana. La exigencia por parte de la ciudadanía a las empresas generadas en este paraguas, ha de ser y será mayor. Y esto, es muy buena noticia.

  • ¿Para quien puede suponer la E. C. nuevas oportunidades?

La EC es una oportunidad en letras mayúsculas para todo el mundo. Yo como persona consumidora, la piecita más pequeña en el engranaje del crecimiento económico, ahora mismo tengo voz y voto para pedir al mercado tradicional otra manera de hacer las cosas. ¿Que quiero un móvil que no esté manchado de sangre? Puedo, desde quejarme en un Change.org hasta decidir comprarme un Fairphone. Mi acto de rebeldía contra el mercado tradicional, transpira en una transacción (económica o no). Si a este acto de rebeldía se suman otras 100.000 personas; tenemos 100.000 transacciones rebeldes. Podemos llegar cambiar el sistema.
Todos los agentes implicados en el desarrollo de este sistema: desde el ámbito gubernamental, pasando por la empresa, hasta la propia educación, tienen que contemplar este cambio en la balanza de poder como una oportunidad para reconducir el devenir de las futuras generaciones. Porque ahora tenemos voz y voto todas las pequeñas hormigas.

  • ¿En que se parece y diferencia con otros modelos emergentes como la Economía Circular, la Economía del bien Común y otros más?

Todos son modelos basados sobre la misma premisa: yo como ciudadana elijo de qué manera quiero consumir, cómo quiero relacionarme o qué criterios exijo a las empresas de mi alrededor para ser una cliente fiel. Todas son tendencias emergentes enfocadas, quizás, en aspectos más concretos, pero que atienden a un bien común: la sostenibilidad (entendida en un sentido amplio) empujada desde la sociedad civil que provoque un cambio sistémico allá donde más relevancia tiene; en el ámbito económico.
 
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